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Margaret H. Hamilton

El 18 de octubre pasado, la Universidad Politécnica de Cataluña (BarcelonaTech, según la denominación internacional reciente) nombró Doctora Honoris Causa a Margaret H. Hamilton. El hecho había sido largo tiempo perseguido por diversos miembros de la Facultad de Informática de Barcelona de la UPC y, sobre todo, por la que ha sido su decana desde 2010 a 2018, la profesora Núria Castell.

Desgraciadamente se suele ignorar el papel de las mujeres en el desarrollo de la informática mundial y esta investidura como doctora honoris causa a una pionera destacada en el campo de la informática viene en cierta manera a enfatizar ese papel, a veces tan ignorado.

Margaret H. Hamilton, nacida en agosto de 1936, empezó muy pronto a trabajar en diversos proyectos de software en el MIT (Massachusetts Institute of Technology) de Boston donde aprendió sobre sistemas y software por sí misma. Trabajando bajo un contrato establecido entre el MIT y la NASA (National Aeronautics and Space Administration), fue una de las principales desarrolladoras del software de navegación de las misiones Apollo a la Luna.

Margaret H. Hamilton, nacida en agosto de 1936, empezó muy pronto a trabajar en diversos proyectos de software en el MIT

En resumen, tal y como destacó la profesora Núria Castell, la madrina en la UPC de esa investidura, Margaret H. Hamilton ha dejado su huella tanto en la ingeniería informática como en la ingeniería aeronáutica. Ha sido también la creadora del término “ingeniería del software”, aunque fuera en un rifirrafe con los entonces prepotentes “ingenieros del hardware”. Con sus trabajos sobre esa nueva disciplina ha establecido las bases de los mejores intentos de la creación de software sin errores, problema crucial que ya detectó en los años sesenta cuando trabajaba en los sistemas de navegación del proyecto Apollo.

Margaret H. Hamilton, ha sido informática, ingeniera del software y, también, empresaria. Conocida sobre todo por ser la mujer que llevó al hombre a la Luna, ha sido galardonada con muchos premios profesionales entre los que destaca, en 1986, el Premio Ada Lovelace de la Association for Women in Computing (asociación para favorecer la presencia de las mujeres en la informática).

Aunque dispone de muchos otros: el Premio Excepcional Space-Act de la NASA por sus contribuciones científicas y técnicas, obtenido en 2003. En 2007 obtuvo el Premio Fellow del Museo de la Historia del Ordenador que destaca a hombres y mujeres excepcionales cuyas ideas han cambiado el mundo.

Valga como detalle popular de su destacado papel en la historia de la informática que el año pasado, en 2017, se puso a la venta un conjunto de LEGO que llevaba el título de “Mujeres de la NASA”, En él se incluyen, entre otros muchos detalles, figuras de LEGO de personas como Margaret Hamilton, Mae Jemison, Sally Ride y Nancy Grace Roman.

La profesora Núria Castell, en su Laudatio sobre Margaret H. Hamilton destacó que ésta ha tenido un papel de suma importancia para lograr que el ser humano llegue a la Luna, para otorgar legitimidad a la ingeniería del software, destacar la gran importancia que debe darse a la fiabilidad del software y ayudar a abrir la puerta del campo de la informática a más mujeres.

Del discurso pronunciado por la nueva doctora honoris causa de la UPC, me quedaría con una constatación que no deja de ser en cierta forma un lamento. Hamilton comentaba la dificultad, en el proyecto Apollo, de crear software libre de errores, algo sumamente tan importante en misiones como ésas en las que peligraba la vida de los astronautas. Incluso dijo que los problemas que hoy en día se plantea la ingeniería del software sobre la fiabilidad y la necesidad de construir software sin errores siguen siendo los mismos que ella enfrentó hace ahora unos cincuenta años. Y las soluciones están todavía al mismo nivel que hace cincuenta años. Sic transit gloria mundi

Termino citando a Hamilton: “Mis éxitos se han producido en gran parte por haber estado en el momento oportuno con las oportunidades y la gente adecuadas” y “…he cometido errores… y sin estos errores no habríamos podido aprender las cosas que aprendimos”. Para finalizar “los errores nos han enseñado como vivir sin ellos”.

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